PINTAR LA MÚSICA
CARLOS BISSOLINO
NOVIEMBRE 2020
Podríamos entender una pintura como una entidad, una superficie que se activa a la manera de una estructura conceptualmente compleja que convoca ideas sobre la materia física y química de los materiales, en relación con la dimensión espacial. En este sentido la obra no es un sustituto de una realidad externa, sino una realidad en sí misma.
En esta última serie de trabajos realizada durante el año 2020, incorporo procedimientos mixtos de pintura acrílica y diversos tipos de papel de color. La premisa fue trabajar en un ambiente donde aleatoriamente se reprodujeran diversos tipos de música (con su particular sonido: un clarinete por acá, 192 KHz, sintetizadores, instrumentos de madera, silencio, Flac´s, metales, voces, multitudes aplaudiendo, etc,), agregando cantidad de elementos y estímulos experimentales y azarosos al proceso.
Así, como en una experiencia sonora del lenguaje visual, el color palpitante de una pintura trastorna la percepción, produciendo una sensación sinestésica donde junto al sonido de la música se establece el ambiente sensorial en el que se dan los procesos creativos.
Bajo una mirada visual de lo que acontece, se trata de pintar la música: las energías permanecen en un ambiente en donde el sonido es la forma del color. Lo paradojal se da en el espacio en que trabajo pues a veces se trata de escuchar el color y otras de pintar la música.
La inmersión en una obra visual presupone una renovación de los sentidos en estado de presente inmediato.
La obra no es más un objeto circunscripto, es un evento que circunscribe, la pintura deja de ser abstracción, de imitar, de simbolizar y trascender la realidad, para ser un evento “natural” que incorpora al mundo en su propio fluir.
Carlos Bissolino
2020